jueves, 4 de octubre de 2012

HITLER Y EVA BRAUN





Se dice que Hitler no amó nunca a Eva Braun. No es cierto. En su primer testamento, datado en 1938, Hitler pensó en ella en primer lugar al dejarle una pensión vitalicia. Sin embargo Hitler tenía un sentido del deber muy elevado y ponía a Alemania por encima de todo, no solo por encima de Eva Braun, también por encima de sí mismo, ya que el Führer tuvo que privarse de muchos placeres por sus multiples obligaciones. Pero no hay duda de que amó a Eva Braun. Cuando conquistó París estaba tan emocionado que le dijo a Eva:
«Tienes que venir a ver esto. La Opera es algo maravilloso; haremos un desfile triunfal»
Pero cambió de idea porque le pareció peligroso que Eva viajara y se expusiera a un atentado. Hitler se preocupó mucho por la seguridad de su amante. Tanto la quería que incluso le prohibió que esquiara por temor a una caída. Incluso le aconsejó no tomar el sol para no exponerse a un cáncer de piel. Tampoco le dejaba salir sola, sino que le hacia acompañar por un miembro de la policía criminal vestido de civil. Más adelante, Hitler le aconsejó que no permaneciera en una ciudad que pudiera ser bombardeada.
Prueba también de su amor lo constituye la actitud de ambos durante el atentado del 20 de Julio. Al enterarse del atentado, Eva Braun sufrió una crisis nerviosa y trató de comunicarse con su amado. Tras lograrlo y comprobar que se encontraba bien, le dijo"Te amo, que Dios te proteja". Después Eva se puso a saltar y a bailar de la alegría.
Hitler le envió su uniforme hecho jirones y esta carta:
«Querida Tschapperl:
»Me encuentro bien, no te inquietes, aunque tal vez un poco cansado.Espero regresar pronto y poder de ese modo descansar, poniéndome en tus manos. Estoy muy necesitado de calma, pero mis deberes hacia el pueblo alemán están por encima de todo. No olvides que mis riesgos no pueden compararse con los de los soldados del frente. Te agradezco tus pruebas de afecto y te ruego que des las gracias a tu honorable padre y a tu afectuosa
madre por sus deseos y sus votos. Me siento muy orgulloso y te ruego les transmitas la seguridad del honor que para mí significa poseer el cariño de una muchacha que pertenece a una familia tan distinguida. Te he enviado mi uniforme del día de la desgracia. Es una prueba de que la Providencia me protege, y de que no debemos temer a nuestros enemigos.
Contigo de todo corazón.»
Eva le respondió así:
«Amor mío: Estoy fuera de mí, desesperada, abatida y triste. No puedo vivir, ahora que sé que te hallas en peligro. Vuelve lo antes posible, pues me siento un poco trastornada. Aquí el tiempo es hermoso y todo parece tan tranquilo que me siento avergonzada. ¡Qué triste lo de Schmundt! No me atrevo a hablar a su viuda. Siempre te he dicho que no podría vivir si te ocurriese algo. Desde nuestros primeros encuentros me prometí seguirte a todas partes, incluso a la muerte. Sabes que sólo vivo para amarte. Tu «Eva»
Como ven, parecen las cartas de dos personas que se aman profundamente. Todo digno de una película o novela de amor. Si no fuera porque ambos amantes fueron Adolf Hitler y Eva Braun.

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